V

Santiago sueña.

El sueño: una carretera, en la distancia. Al borde de la misma, seis perros muertos. El sol aúllado abrasadoramente. Seis perros muertos en la carretera, mostrando los colmillos.

Santiago despierta conmovido, sudando. Toma el vaso en la mesa de noche, y liba pequeños sorbos nerviosos. Se dirige al cuarto de Beatriz. Le toma la mano, está fuera de sí. Vuelve a su propio cuarto, no sabe dormir de nuevo.

Está excitado porque cree que ha tenido un sueño profético. A su modo de ver las cosas, lo de los seis perros muertos es un mensaje clarísimo: deberá conseguir a seis vegetaloides, cuidarlos de la misma manera que lo ha hecho con Beatriz. Siente en ello un mandato divino. En su mente se entrecruzan mil maneras de abordar la misión, y algunas entran en conflicto con las otras, y de allí la ansiedad y la excitabilidad. Camina de un lado a otro, las manos en la espalda, rabiosamente.

En los días siguientes, Santiago se enclaustra en el despacho de su casa: y apenas sale. Ni siquiera come. Elvia lo llama, repetidas veces, sin fortuna. Lo escucha hablar solito. Es un murmullo algo constante, una continuidad o una letanía que Elvia interpreta como un rezo.

Y a veces ella también se pone a rezar con él, de otro lado de la puerta. Hay una especie de simetría entre Santiago mascullando quién sabe qué cosas, y Elvia persiguiendo sus devociones, separados por una puerta cerrada.

A estas alturas, Santiago ha dejado de ir a la agencia de publicidad. Los mensajes, previsiblemente, se acumulan en su máquina contestadora; una noche, solamente, se permite escucharlos; al día siguiente, llama a su secretaria, explicándole que no volverá a la oficina en los próximos cinco meses, que saldrá a darle la vuelta al mundo, y que ella deberá hacerse cargo de los asuntos más pertinentes en su ausencia. Acto seguido, habla con su socio; le expresa que ha tenido una crisis nerviosa, y que necesita tiempo para sí mismo. Llegan a un arreglo.

No sin una especie de ardiente devoción, no sin una lealtad un tanto maniaca, Santiago se dedica a investigar todo aquello relativo al extraño fenómeno de la vegetaloidización. 
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